RSS

EN / 14 DESFILADERO DE LOS GAITANES: El mito

martes, 18 de octubre de 2011

Se asomó aquella testa coronada. Vio el tajo cortado a pico por las sabias manos de la naturaleza. La montaña se partía en dos y por su lecho discurría el río embravecido. Colgando sobre aquellas murallas que se elevaban hasta el cielo se había construido una pasarela que se adentraba en el desfiladero. El rey puso un pie. Sintió las vibraciones brutales de la corriente de agua ascendiendo por el farallón. Cortésmente, Alfonso XIII, giró sobre sus talones y se marchó. Desde aquel día, aquella pasarela recibió el nombre por el que ahora se la conoce: El Caminito del Rey. No se sabe si por sus angosturas o por el breve recorrido que su majestad realizó aquel día de 21 de mayo de 1921.

Una aproximación

Es este un paraje de leyenda, un secreto a voces, un lugar mágico del que los senderistas y escaladores hablan, murmuran, cuentan. Y con cada nueva voz se agranda el mito del Desfiladero de los Gaitanes. Se cuenta que los pájaros vuelan bajo los pies, que el aire asciende desde el cauce encajonado con fuerza inusitada hasta arrancar anclajes, que las murallas de piedra tiemblan con el bramido del río, que el fogonazo del tren sorprendió a dos excursionistas en mitad de un largo túnel, que el cemento del caminito se desprende al paso de los caminantes poco avezados dejándoles colgados en el vacío, que en algunos tramos se cierran tanto los farallones de piedra que casi no dejan atravesar la luz del sol, que en la noche se escuchan los pasos de los imprudentes fallecidos… Mito, leyenda, realidad se mezclan en este paraje de incuestionable belleza. Cerrado al público hasta que el proyecto de su rehabilitación se lleve a cabo definitivamente, vaticinando que cuando este sea una realidad el Desfiladero de los Gaitanes se convertirá en uno de los centros turísticos más destacados de la provincia. En nuestro viaje solo pudimos asomarnos, suficiente experiencia para relatar, para fotografiar, para grabar, para seguir cultivando su leyenda incuestionable.




Paraje Natural Desfiladero de Los Gaitanes

Retumba bajo nuestros pies la fuerza del agua en caída. Fortaleza aprovechada, provocada, bebida por el ser humano para generar electricidad, así se forja el paisaje que rodea en Desfiladero de los Gaitanes. En las llanuras delicadamente alomadas de la comarca del Guadalteba, tres láminas de agua refulgen bajo la luz del sol. Abrazan los tres pantanos la estrecha garganta por la que discurre el río Guadalhoce y que forma el desfiladero que da nombre al paraje natural. Así, son el Embalse del Conde de Guadalhorce, el del Guadalteba, el del Guadalhorce y el llamado Tajo de la Encantada los que atrapan con su rielar el paraje falsamente suave, engañoso, de esta comarca. Pero hay un cuarto embalse, el del Gaitanejo, el que es verdadera puerta de entrada al secreto mundo del tajo inabarcable y que alberga la que es una de las centrales hidroeléctricas más antiguas de España. Parecen el ser humano y la naturaleza haberse puesto de acuerdo para configurar un paisaje imposible. Rodea además estos parajes la Historia, que nos habla de rebeliones y de conquistas, de castillos inexpugnables, de Omar ben Hafsún, de las ruinas de Bobastro, de las Mesas de Villaverde, de iglesias excavadas en la roca. Imaginamos a los jinetes de leyenda recorriendo estos parajes entre los pinos carrascos y piñoneros, las encinas y eucaliptos, los majuelos y las aulagas, las jaras, las sabinas. Observando como en los cielos evolucionaban las águilas reales, los cernícalos, los azores o los buitres leonados. Alimentándose de la caza de cabra montés, de roedores, de los peces de agua dulce que remontaban los saltos de los ríos. Y es que en las 2.016 hectáreas que ocupa el paraje natural aún se conservan todas estas especies, incluso parece quedar, como apuntan los biólogos, una pareja de alimoches.
El Desfiladero de los Gaitanes se mueve en un desnivel de casi 800 metros, con 240 metros sobre el nivel del mar en su punto más bajo, hasta los 1.195 de su punto más alto, comprendido por el macizo de Sierra Huma. Fue designado como paraje sobresaliente en 1987 y como Paraje natural en 1989.
El paraje natural abarca tres términos municipales, el de Ardales, el de Álora y el de Antequera, siendo los dos primeros donde se inicia y termina el desfiladero propiamente dicho, una garganta de 5 kilómetros de longitud y un encajonamiento natural de hasta 400 metros de caída. Sus paredes llegan a alcanzar en algún tramo los 70 metros de altura, llegando a apenas 10 de anchura entre un farallón y otro. La erosión, la composición arenisca y caliza de gran parte de las montañas y la fuerza natural del agua han configurado este paraje espectacular.
Son tres los senderos principales que se pueden recorrer en el interior del paraje natural: el Sendero de haza del Río, el Sendero de Sierra Huma y el Sendero del Gaitanejo. Este último es el que vamos a realizar, un camino de dificultad media baja, perfectamente señalizado, de 5,5 kilómetros de recorrido y de unas dos horas de duración. Nos llevará desde el Mirador de Los Tres Embalses, hasta la Central Hidroeléctrica del Gaitanejo, desde esta podremos acceder, fuera ya del camino marcado, hasta la entrada del Caminito del Rey, para regresar de nuevo hasta el mirador bordeando el embalse en un ambiente fresco y umbrío.

Sendero Gaitanejo primera parte

No tiene pérdida y está perfectamente indicado. Antes de llegar al complejo de restaurantes y viviendas de la presa Conde del Guadalhorce encontraremos un desvío a la derecha que nos indica el camino al Sendero de Gaitanejo. Un acceso por pista de tierra, antes de cruzar un túnel nos permitirá acceder hasta el Mirador de los Tres Embalses. 400 metros antes de llegar hasta él encontraremos la entrada al sendero, el panel informativo, una barrera que cierra el paso a vehículos no autorizados y un mapa detallado de la ruta.
Estacionamos el coche en las inmediaciones, nos pertrechamos e iniciamos el camino.
Soprende el contraste entre la delicadeza del sendero frente a las imponentes montañas que se perfilan hacia El Chorro, parecen surgir de la nada, formadas en un exabrupto de la tierra, de una manotazo colérico. Se elevan y elevan hacia las alturas y desde el inicio del camino se puede intuir, frente a nosotros, el tajo del desfiladero, un corte profundo en la roca, una herida sobre la montaña. Picos que parecen recortados golpe de cincel y escoplo, aún sin desbastar por la erosión. El agua verde esmeralda del Guadalhorce espejea en el fondo del valle encajonado. Siguiendo su curso con la mirada, se puede ver las dos bóvedas de contención que forman la presa del Gaitanejo.
Nos envuelve el perfume fresco de la montaña en otoño, la intensidad del aroma a pino. Nuestros pasos resuenan sobre la grava, cras-cras-cras-cras. El piar intenso de una bandada de pájaros que parecen combatir sobre la copa de un árbol nos sorprende.
Verde entre verde, el meandro del río Guadalhorce serpentea en la cuenca horadada, entre bosque, matorral y carrizo.
Llegan hasta nosotros las voces claras de dos hombres charlando entre sí. Es un efecto acústico que parece situarlos a nuestra vera. Nos giramos, miramos, no logramos verles. Las voces provienen desde abajo, desde el fondo del cauce del río. Seguimos camino hasta llegar a un túnel de apenas 100 metros de recorrido. No hace falta linterna, ya que la entrada y salida están a la vista y la distancia que las separa está siempre iluminada por la luz del sol. Resuena el eco de las pisadas sobre la bóveda.
Según descendemos podemos comprobar, por la cercanía de las montañas, las peculiaridades de estas formaciones rocosas, como las arcillas se han descompuesto y han dejado huecos inconcebibles en sus laderas, agujeros, cavidades y cuevas superficiales. En toda la comarca se pueden contemplar el fenómeno que recibe el nombre de “taffonis”, esta particularidad se hace más visible y evidente en el camino que comunica la salida del Desfiladero de los Gaitanes en El Chorro y la carretera de Ardales hacia los embalses, y que recorre la ribera del arroyo Granadillo. Aquí los “taffonis” son más que evidentes, de todos los tamaños y aspectos. Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha utilizado este fenómeno erosivo para guarecerse y construir casas o cerrados para el ganado en forma de alojamientos semitrogloditas.
Tan es así que en el ya próximo embalse se podrán comprobar los restos de algunas casas edificadas de este modo y que pertenecieron a los trabajadores de la Central Hidroeléctrica.
Comienza a sonar el murmullo del agua. Se hace más recio y persistente con cada paso que nos acerca a la presa. Ya podemos contemplar el edificio de la central hidroeléctrica. Cerrado su acceso con una verja metálica. A la izquierda, la caída de agua del embalse y el indicador del Sendero Gaitanejo. Junto a la verja metálica, un camino que nos llevará hasta la entrada del Caminito del Rey. Un cartel avisa: “El Caminito del Rey está intransitable. No pasar. Alto riesgo de caída”.

El Caminito del Rey

No podemos dejar de asomarnos. En apenas 200 metros de recorrido, bordeando la central eléctrica, podemos llegar hasta la entrada de este mítico recorrido, El Caminito del Rey. La entrada está tapiada y el acceso prohibido, pero desde la puerta misma se puede observar el tajo impresionante, las primeras balconadas de este trazado Real.
En el año 1921 se inauguró la Presa Conde del Guadalhorce con la asistencia del Rey Alfonso XIII. En su visita, además de conocer esta obra de ingeniería hidráulica de primera magnitud, también se contemplaba la posibilidad de que la testa coronada contemplara el Desfiladero de los Gaitanes desde el Embalse del Gaitanejo y las complicadísimas obras del ferrocarril que transitaban a la vera de la garganta en El Chorro. Para ello, y para el más fácil acceso de los trabajadores hasta el lugar exacto de las obras, los ingenieros idearon un pasillo voladizo que se introducía en la garganta salvando un desnivel de 400 metros a través de un pasillo de 5 kilómetros de largo. La altura que alcanzaba en tramos este camino colgante era de hasta 70 metros sobre el fondo angosto del río. La anchura que en algunos tramos alcanzaba el tajo era de tan solo una decena de metros. El viento corría bramando entre el roquedal, alcanzando velocidades inusitadas. El espectáculo natural era incomparable. La historia escrita por los cronistas oficiales cuenta que Alfonso XIII recorrió el camino completo, haciendo pertinentes observaciones sobre las obras hidráulicas y ferroviarias, alabando la majestuosidad natural del lugar. El pueblo llano, los trabajadores que acompañaron al rey, contaron que cuando su majestad vio aquel pasillo voladizo de apenas un metro de ancho colgado y encajonado sobre el precipicio, cortésmente declinó la invitación. De ahí el nombre de “Caminito del Rey” que nunca se sabrá si por estrecho o por corto.
Solo asomarse desde esta balconada previa ya resulta sobrecogedor. El estruendo del agua, que cae y se encajona en el cauce angostísimo del río. El bramido que asciende y parece trepar por la estrecha cortada, buscando el escape del cielo. La balconada tiembla ante la fuerza hídrica. Nos asomamos, vemos los primeros tramos del pasillo suspendido en forma de balconada. Los metros hacia arriba, los metros hacia abajo. El suelo del caminito colgado está muy deteriorado, resquebrajado, roto. Los avisos son terminantes, está prohibido acceder. En internet se pueden encontrar numerosa cantidad de vídeos de personas que se han subido al sendero, que han caminado por su temblorosa superficie. Más o menos prudentes, algunos con arneses y cuerdas, otros sin protección alguna.







La naturaleza nos hace pequeños. La majestuosidad de este entorno, su agresividad, su radicalidad, resulta embriagadora, imponente, única.

Sendero Gaitanejo segunda parte

Regresamos al camino, al Sendero Gaitanejo, con las imágenes de la angostura del desfiladero aún en nuestra mente, con el sonido, que se apaga según nos alejamos, que queda como un eco en nuestros oídos, como un rumor, como parte del mito y de la leyenda. Contemplando el agua remansada del embalse nada hace presagiar que apenas 200 metros más allá nos vamos a encontrar con el corte, la hendidura, la cicatriz de la naturaleza sobre la montaña. El camino de regreso hasta el mirador se realiza por un camino fresco y umbrío, entre pinos y eucaliptos, siempre junto al verdoso río Guadalhorce, juagando con sus curvas y meandros. Se observan los “taffonis” al otro lado del río, horadados en la roca de la montaña, algunos de ellos protegidos por lo que parecen paredes de adobe. Sobre ellos, una edificación natural magistral, la llamamos la catedral porque se asemeja al frontispicio de un templo. La piedra arenisca se ha desprendido y formado innumerables cavidades sobre una gran pared vertical. Sobre estas cavidades un arco parece coronar toda la estructura. Se refleja en el río, ondulante, haciendo que la imagen se dibuje y desdibuje de manera permanente. Seguimos el camino a la sombra y las voces que antes escucháramos hacia abajo ahora las escuchamos hacia arriba. Nos sorprenden los pájaros que alborotan y aletean y escapan a nuestro paso. El cloqueo de los patos, sus zambullidas sorpresivas. Observamos su vuelo a ras del agua, casi tocando la superficie con la punta de las alas.
Es paseo estupendo, excelente para acudir con niños gracias a su baja dificultad y su buena señalización. Nos permite acercarnos a unos de los centros hidroeléctricos más importantes de Andalucía.
Desde el cauce del río se asciende por la parte inferior al Mirador de los Tres Embalses. En el camino podemos observar la enorme boca del embalse del Guadalhorce primero y del embalse Conde del Guadalhorce después. Sus lenguas de desagüe que llegan hasta el fondo del cauce, la presión que retiene la fuerza del agua. Transcurre el sendero entre pinos hasta una bifurcación. Si seguimos la indicación hacia arriba, llegaremos hasta el mirador y al lugar donde hemos estacionado el coche. Si continuamos hacia adelante llegaremos hasta un túnel que tras atravesar nos abrirá una panorámica inmejorable del embalse Conde del Guadalhorce. Justo a la derecha de la salida del túnel podemos encontrar el Restaurante El Kiosko, un lugar estupendo para comer y reponer fuerzas. Como nuestra intención es cerrar el camino, ascendemos hasta el mirador.
Unas vistas magníficas. La serenidad de las aguas embalsadas contrasta con lo abrupto del desfiladero. Parece mentira que esta misma agua, reposada y serena, sea capaz de horadar una montaña hasta partirla en dos. Nos apoyamos sobre la barandilla de madera y contemplamos el paisaje del Guadalteba, con Ardales al fondo y el cauce del río Turón. Respiramos y creemos, convencidos, que la provincia de Málaga es diversa y poliédrica y única.

Despedida

El bramido bajo nuestros pies. Retumba el agua. Observamos el cortado que alcanza el cielo y la débil balconada que se interna en el tajo. Llegan hasta nosotros el eco de los mitos y de las leyendas, de las historias que caminan por la estrecha vereda, de la Historia con mayúsculas y de las historias con minúsculas, de los temerarios y de los imprudentes, de los osados… Imaginamos a los trabajadores que erigieron el camino del desfiladero, sin saber que estaban realizando una combinación única entre la labor humana y la labor natural, conformando un paisaje sin igual, sin parangón. También creemos ver a un rey diminuto ante la grandiosidad de la naturaleza.
Esperaremos, pacientes, a que el nuevo proyecto se transforme en una pronta realidad y que sean nuestros pasos los que resuenen entre los ecos de los otros muchos que caminaron por esta senda antes que nosotros.
Mi acompañante me dice al oído: “Yo lo hice. Yo recorrí el Caminito del Rey”. Me giro y la voz desaparece por entre los farallones de piedra.

Enlaces de interés y consejos útiles

Enlaces de interés: Toda la información aparece en la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol Occidental y en la web especializada de la Junta de Andalucía, la Ventana del Visitante. Los ayuntamientos de Ardales y Álora lo incluyen en sus webs. en las entradas correspondientes a ambos pueblso en este blog también se puede encontrar información útil para su visita, gastronomía, patrimonio histórico y cultural , actividades, rutas senderistas, etc. "ARDALES: Un encuentro milenario" y "ÁLORA: La Bien Cercada y su Caminito del rey".

Fotografías: Se muestran en este apartado la colección completa de fotografías correspondientes al post.



Ubicación: En este mapa de Google se puede referenciar el lugar de este Paraje Natural Protegido.


Ver El Color Azul del Cielo "Espacios Naturales de Málaga" en un mapa más grande

EN / 13 LOS REALES DE SIERRA BERMEJA: El reino del hada

martes, 4 de octubre de 2011

Y se apareció un hada. Entre el paisaje fantasmagórico e irreal bosquejado por la niebla, el bramido del viento que ascendía con virulencia desde el Valle del Genal, los enhiestos pinsapos tocando con las yemas de los dedos el cielo blanco y pétreo, allí, sobre una roca, apareció. Señalaba el camino entre el muro de nubes, y sonreía.

Una aproximación

Un penacho de nubes apretadas corona los Reales de Sierra Bermeja. Destaca el blanco puro, inmaculado con el intenso color rojizo de sus laderas, el verde de sus bosques primitivos y apretados, el azul que se pinta en el cielo. Asemeja a un paraíso ignoto, perdido, remoto, escondido entre las brumas. Un reino de hadas y duendes y elfos y quizá de los hobbits y orcos de Tolkien. Los pinsapos, endémicos, únicos, orgullosos, mecen sus ramas en la húmeda y escondida cara norte del macizo montañoso. La otra vertiente, la sur, mira al mar de tú a tú, desafiante. Los días despejados, cuando la reina de la montaña se despoja de su corona de nubes, Sierra Bermeja ofrece al visitante un paisaje excepcional, el mapa tridimensional y colorista de la Costa del Sol Occidental. Los días cerrados, muta, troca el paisaje, cambia y ofrece un rostro íntimo, más oscuro, intensamente atractivo, secreto, poblado de seres imaginarios. Los Reales de Sierra Bermeja se encastillan sobre una montaña roja. Roja, bermeja, ocre. Y esconden la posibilidad de hallar un hada en el camino.

Paraje Natural de los Reales de Sierra Bermeja

Tres municipios comparten el privilegio de contar en su término municipal Los Reales de Sierra Bermeja: Casares, Estepona y Genalguacil. Cada uno de ellos, además dispone de fragmento distinto, diferente, de este paraje natural. Si Estepona se atribuye los miradores, Genalguacil los Pinsapos, y Casares la densa masa forestal de pinar. Es este, sin duda, un espectacular espacio protegido, por la magnitud de sus cimas (el Pico de los Reales alcanza los 1.450 metros de altura), por la riqueza de sus bosques y por su variedad faunística. Es además Los Reales un doble hito en biología. Aquí se descubrieron dos especies nunca vistas. La primera de ellas, el pinsapo, un tipo de abeto endémico de esta zona mediterránea, y la segunda de ellas, el meloncillo, un roedor de la familia herpestiade, similar a la mangosta.
Destaca el color de Los Reales, rojizo, intenso bermejo. De ahí su nombre. El colorido de la montaña proviene de las perioditas, mineral del que está formado el macizo y que ocupa la mayor extensión de suelo del mundo. Característica a la que hay que unir a los pinsapos, ya que este es el único bosque de este particular tipo de árbol que crece sobre este particular tipo de mineral.
Son muchas las razones para visitar Sierra Bermeja y su excepcionalidad es también una de ellas.
Ocupa una extensión de 1.236 hectáreas, de las cuales 100ha están pobladas por pinsapos. Separa Ronda del mar a lo largo de 35 kilómetros de sierra. Su altura media es de 1.000 metros y su cota más alta se alcanza en el Pico de Los Reales con 1.450 metros de altura. En su espacio protegido se cuentan más de 250 especies forestales y 60 especies de mariposas. Su temperatura media anual se sitúa en torno a los 14º y 17º.
Los Reales de Sierra Bermeja está surcado por varias rutas senderistas, siendo la más emblemática de ellas el Paseo de Los Pinsapos, con 4,5 kilómetros de distancia y 2 horas de duración solo en la ida. Una oportunidad única para disfrutar de los pinsapos centenarios (pueden alcanzar los 400 años de edad) y de más de 30 metros de altura algunos de ellos.
Los Reales de Sierra Bermeja cuenta además con un refugio abierto los fines de semana donde tomar un buen café, una olla contundente de puchero, de callos (lo que toque en el día) o un bien abastecido plato de los montes.
En los días despejados no se puede obviar el mirador de Salvador Guerrero, una auténtica terraza sobre la Costa del Sol Occidental y que ofrece un paisaje inconmensurable.

El pinsapo y el meloncillo

Pinsapo y meloncillo. Nombres curiosos. Un árbol y un roedor. Ambos unidos por Sierra Bermeja. Fue en el año 1837 cuando el botánico suizo E. Boissier descubrió el pinsapo. Este hallazgo estuvo precedido de otro anterior que había realizado un farmacéutico malagueño, Félix Haenseler, un roedor al que se llamó meloncillo.
El meloncillo es conocido también como mangosta egipcia y se cree que fue introducido en la Península Ibérica pro los pobladores árabes. Este mamífero fue requerido como gran cazador de serpientes y muy apreciado como mascota. Curiosamente también se la llama serpiente peluda, por su forma alargada y vellosidad. También es conocido como el diablo de los matorrales.
El pinsapo, por su parte, tal y como apunta wikipedia es el “Abies pinsapo, el pinsapo o abeto español, es una especie arbórea del género Abies, perteneciente a la familia Pinaceae y de distribución restringida a la zona del sur mediterráneo de España. Está emparentado con otras especies de abetos de distribución mediterránea”. Con al siguiente descripción: 2Árbol de hasta 30 m, de porte elegante que, en algunos ejemplares viejos se torna retorcido o dividido en varios brazos. Corteza fina, gris claro, con grietas oscuras de poca profundidad. Hojas gruesas, de sección subcuadrangular, de color verde oscuro y con bandas estomáticas blancas apreciables en ambas caras. Conos masculinos en la periferia de la copa, de color rojo púrpura, excepcionalmente amarillos. Piñas grandes, erguidas, situadas en la parte superior de la copa, que cuando maduran se deshacen para liberar los piñones, dejando caer al suelo unas piezas con dos escamas pegadas (la tectriz, muy corta; y la seminifera)”.
El pinsapo es un árbol particular, mayestático, erguido en su juventud, enhiesto, desafiante. Tienen además sus ramas tribuladas un aspecto que lo hace característico. Su endemismo realza su valor botánico y ecológico. Hay que descubrirlo.

El paseo

Accedemos desde Estepona. La mañana es cálida y despejada, pero pronto observamos el penacho blanco que cubre la cima de Sierra Bermeja. La ascensión, en curvas pronunciadas, va dejando atrás un paisaje que crece con cada revuelta de la carretera. Costa del Sol, Estepona, San Pedro Alcántara, Sierra Blanca y el pico de la Concha en Marbella, Sierra de las Nieves… 15 kilómetros de ascensión hasta llegar a un cruce de caminos. Derecha: Jubrique. Centro: Genalguacil (por carretera asfaltada hasta llegar a una pista forestal). Izquierda: Los Reales de Sierra Bermeja. Un grupo de turistas alemanes se asientan en la explanada protegidos en el interior de varios todoterrenos. Sobre el camino, estrecho, de montaña, que nos lleva a Los Reales se cierra la niebla. Nos adentramos.
Conducimos despacio, con precaución. La carretera está asfaltada y un sinnúmero de agujas de pino al alfombran. En 2,5 kilómetros se encuentra el acceso al Paseo de los Pinsapos y en algo más de 4 kilómetros, el Refugio de Agustín Lozano y el Mirador de Salvador Guerrero. Hemos entrado en un mundo mágico. La niebla se mueve como un ser vivo a nuestro alrededor. Las curvas de la carretera se cierran y se abren sobre sí mismas. Creemos ver figuras entre los troncos de los árboles, figuras que aparecen y desaparecen. Y la intensa tierra roja. En una curva de izquierdas especialmente pronunciada comienza en Paseo de los Pinsapos. El espacio en la cuneta solo permite estacionar a dos o tres coches. Aparcamos. Salimos. La niebla nos envuelve igual que abraza al paisaje. Nos pertrechamos y comenzamos en camino. Es mágico. Sin duda, en un día despejado, las vistas que ha de ofrecernos del Valle del Genal tienen que ser espectaculares, pero hoy, envuelto en densa bruma, el paisaje tiene un aroma especial, de leyendas. Nuestro objetivo es llegar hasta la Plazoleta de los Pinsapos.
Relumbra el verde húmedo e intenso entre la niebla. Los pinsapos descienden hacia el valle a nuestros pies. Se ocultan. Se asoman. Y las nubes blancas les engullen y les expulsan. El camino, descendente, está perfectamente señalizado y no tiene pérdida. En algún tramo está poblado de rocas y es necesario aumentar la precaución.
Los pinsapos, altos, erguidos, abren sus ramas en horizontal, parecen seres de alargados brazos. El musgo, verde, tiñe los roquedales que marcan partes del camino. Algunos matorrales nos acarician las piernas mientras andamos. El ambiente fantasmal nos rodea y espolea la imaginación, creyendo ver gnomos y elfos bajo las primeras setas, taimados orcos acechando tras un tronco especialmente grueso, los hobbits tolkienanos saltando de roca en roca… Lo que no imaginábamos era encontrar un hada en el camino. Sobre un saliente, con una corona de flores enmarcándole el pelo, los ojos azules, y un vestido blanco y amarillo flameando al viento. En su mano derecha lleva un tambor al que parece azuzar. Una sonrisa ladeada se pinta sobre su rostro. Es sorprendente, sobrecogedor. Un hada. Hemos visto un hada que nos señala el camino a seguir con una sonrisa. Nos despedimos de ella, aún sin aliento, y continuamos. Se abre el paisaje y se cierra. Laderas pobladas de matorrales verdes, cercadas por los altos pinsapos, por algún quejigo escondido. El sendero, siempre rojizo, nos guía.
Los árboles se cierran sobre nosotros. Sorteamos algunos obstáculos. Observamos las torrenteras sembradas de rocas que caen hacia el valle. Las salvamos a trancos, sin mayor problema. Es un bosque repleto, vivo, mágico. Se escuchan los sonidos de la naturaleza, vivos, próximos. El bramido del viento que empuja la niebla desde el valle. Las gotas de rocío que caen sobre el camino resuenan en las hojas a nuestro paso. Todo es fantasmagórico y mágico. Apreciamos las particularidades de los pinsapos, sus agujas.
Seguimos camino hasta llegar a un puente que salva una importante torrentera, lo cruzamos, miramos hacia abajo y comprobamos la impresionante fuerza de la naturaleza. Continuamos el sendero que asciende hasta llegar a la plazoleta de los pinsapos.
Lorca canta a las majestades de los árboles desde una placa: “Árboles / ¿Habeis sido flechas / Caidas desde el azul? / ¿Qué terribles guerreros os lanzaron? / ¿Han sido las estrellas? / Vuestras músicas vienen / del alma de los pájaros / de los ojos de dios / de la pasión perfecta / ¡Árboles! / ¿Conocerán vuestras raíces toscas / mi corazón en tierra? “. La plazoleta de los Pinsapos es un cruce de caminos que nos pueden llevar al Pico de los Reales en 2,2 kilómetros o al Puerto de Peñas Blancas en 3,5 kilómetros. En la plazoleta, unas bancadas de piedra circundan hasta cuatro enormes ejemplares de pinsapo para facilitar el reposo del caminante. Alguien, no hace mucho tiempo, también se dedicó a levantar un minúsculo refugio, apto para refugiarse una sola persona de una cambio súbito y brusco de tiempo. Más una escuálida guarida que un buen parapeto.
Nos sentamos un tanto, reposamos, tomamos algo de agua, un ligero tentempié. En silencio. Escuchamos el lenguaje del bosque, repleto de quejidos, de sonidos que escapan, de murmullos de agua, de trinos fugaces, de movimientos untuosos. La niebla va y viene, como un prestidigitador oculta y muestra el paisaje ante nuestros ojos. Si las condiciones meteorológicas no nos hablaran de cerrazón habríamos ascendido hasta el Pico de los Reales o hasta el Puerto de Peñas Blancas. Hoy, optamos por la prudente retirada que siempre ha de acompañar al senderista. Además aún tenemos que ir hasta el Área Recreativa de los Reales y hasta el mirador de Salvador Guerrero.
En el regreso, como en la ida, no nos hemos cruzado con nadie. Caminamos ensimismados, en silencio, mirando la naturaleza indómita que nos engulle. Cruzamos el puente, cruzamos la torrentera, nos dejamos acariciar por los pinsapos. Llegamos al saliente. El hada no está. Ha desaparecido.
Qué se puede esperar de la gracia sutil y volátil, delicada, de un hada del bosque… quizá que siempre forme parte de nuestra imaginación.

El mirador y el refugio

Nos despojamos del barro adherido a las suelas. Bebemos un trago de agua. Nos montamos en el coche y conducimos con precaución hacia arriba. Llegamos a na explanada, nuevo cruce de caminos que nos señala a la derecha la dirección hacia el Pico de los Reales, el Área Recreativa de los Reales a 120 metros, el paseo y mirador de Salvador Guerrero a 1 kilómetros. Dejamos el coche estacionado e iniciamos un nuevo camino, esta vez por una tramo de carretera de montaña. Apenas en 5 minutos aparece ante nosotros, fantasmal, el Refugio de Agustín Lozano, construido en 1899. Un caserón blanco, con una gran puerta de madera. Todo el ambiente continúa siendo fantasmal hasta que, de improviso… Dos niños salen corriendo desde el interior del refugio… les saludamos, así como a otros viajeros valientes que se asientan en el interior. El refugio es también una sucinta taberna. Regresaremos en veinte minutos. Caminamos hacia delante. La niebla se cierra más y más. El espolón, el saliente hacia el mar que es el mirador de Salvador Guerrero está ocupado por la niebla. Un mirador ciego, oculto. Sabemos que el mar está ahí, que la efigio de la Costa del Sol está ahí, pero es imposible verlo. El viento azota. Recordamos. En nuestro viaje a Genalguacil, el 30 de junio de 2009, estuvimos en este mismo lugar. Lucía un sol espléndido. Creo que podremos utilizar las fotografías de aquella jornada para ilustrar este escrito. Con esa idea regresamos por un camino casi invisible, borrado por la bruma espesa. Caminamos hasta el refugio, entramos, saludamos con esa camaradería propia de los montañeros, de los senderistas. Huele a puchero. Intensamente. Aún no es hora. Casi escuchamos el bullir de la olla en el fuego. Nos informa uno de los responsables del refugio que abren sábados, domingos y festivos y que de comer ofrecen lo que haya ese día, véase puchero, callos, coles, platos de los montes (lomo, huevo, chorizo, papas, pimientos). Lo que tercie. Es un plan excelente para una mañana de fiesta. Pedimos dos sucintos cafés y nos sentamos en una de las cuatro mesas alargadas de madera que hay en el gran salón. El refugio es humilde y huele a chimenea, hoy apagado. Tomamos nota. Este invierno, uno de esos días crudos, probaremos la olla y saboreamos os un café recio al amor de la chimenea. Sin falta. Los niños siguen jugando.

Despedida

El hada vuela, despega sus pies gráciles de la roca contundente. Ve como esos dos viajeros, caminantes, silenciosos, dejan atrás los pinsapos y se adentran en la niebla. Les sigue aún con su mirada y sabe que caminan por la senda correcta. El hada vuela, rápido, desaparece entre las copas de los árboles, como un súbito destello de luz.

Enlaces de interés y consejos útiles

Senderismo: Sin duda es un lugar excelente para caminar. Las sendas son agrestes, pero están bien equipadas. Hay itinerarios para todos los gustos, de mayor y menor dureza. Es fácil encontrar webs donde los detallan. En la Ventana del Visitante encontramos tres de ellos.

Enlaces de interés: Toda la información aparece en la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol Occidental y en la web especializada de la Junta de Andalucía, la Ventana del Visitante. Los ayuntamientos de Casares, Estepona y Genalguacil también la incluyen en sus webs.

Fotografías: Se muestran en este apartado la colección completa de fotografías correspondientes al post.



Ubicación: En este mapa de Google se puede referenciar el lugar de este Paraje Natural.


Ver El Color Azul del Cielo "Espacios Naturales de Málaga" en un mapa más grande