RSS

99 RINCÓN DE LA VICTORIA: EL PERFUME DEL SALITRE

martes, 1 de marzo de 2011

Salitre, perfumes de mar entre espumas blancas. Salitre y aromas marineros. Rincón de la Victoria vive entre las barriadas de casas bajas de los pescadores que aún se afanan en sus redes cuando hay mala mar y los alojamientos turísticos que pusieron en el mapa internacional este municipio. Pero Rincón destila salitre, olores de mar antiguo, esencias mediterráneas en sus barcas varadas, en sus playas de arena oscura, largas, hasta el horizonte, en sus torres vigía, en su cielo fundido con la lámina de agua. Tan es así, que uno de sus mayores tesoros, la cueva del mismo nombre, Cueva del Tesoro, resulta ser también de origen marino. Conviven en Rincón las ancestrales muestras del marino antiguo y las idas y venidas del turista moderno. Rincón huele a salitre y a espuma de mar, blanca.

Quizá confunda Rincón de la Victoria al visitante puntual. El viajero debe mirar más allá, descubrir precisamente sus rincones, sus esencias. Observar las casas bajas, humildes, de los pescadores, saborear los productos del mar como si fuera la primera vez, pasear entre los muros de la Fortaleza de Bezmiliana caminar, despacio con los pies sobre la arena, sintiendo la presencia húmeda del Mediterráneo bajo sus plantas. Es Rincón de la Victoria un pueblo antiguo y moderno a un tiempo, conviven las amplias avenidas concurridas con los callejones de las barriadas pesqueras. Reside ahí su riqueza y su encanto. Y más allá de todo ello, el perfil sinuoso de sus playas…

La fortaleza de Bezmiliana

Hemos estacionado en la avenida principal de Rincón. Una calle larga que discurre paralela a la línea de playa y que comunica el centro urbano con la Cala de Vélez. Si hemos llegado desde la autopista, el acceso nos llevará hasta un desvío. Izquierda, la fortaleza. Derecha, la Cueva del Tesoro. Tomamos camino hacia la izquierda y estacionamos en el primer lugar que encontramos libre. La fortaleza es un edificio imponente, retirado del mar unos cincuenta metros, frente a ella, las casas bajas de pescadores. Imaginamos el poder armado de la misma en tiempos de la guerra con británicos. Pese a no ser un edificio de grandes dimensiones, queda más que patente su funcionalidad. Además, su presencia se ve reforzada por las torres del Cantal y Benagalbón. Fue construida en el año 1766 y respondía tras la toma de Gibraltar por parte de las tropas británicas. Es un edificio severo, de líneas rectas, que sólo se dulcifica en las torres que ocupan sus ángulos. Impone. En el año 1992 se reformuló el concepto de su utilidad y lo que fuera una construcción bélica se transformó en un espacio lúdico y cultural. Ahora, sus paredes arenosas se abren al arte y a las exposiciones. Nos gusta la luz que se tamiza a través de sus ventanas, lo tiño todo de un color terroso claro. Los cuadros que penden de sus paredes, arte moderno, actual, conviven a la perfección con su pasado antiguo. La fortaleza está dividida en dos salas. La primera de ellas parece destinada a las caballerizas, la segunda resulta ser el espacio destinado a la vivienda, con el hogar de una gran chimenea de piedra en uno de sus laterales. Las puertas de este espacio se abren a un pequeño porche con techo de madera. Recorremos su interior y también su perímetro, con tranquilidad. Nos sentimos cómodos con el tono cálido de la luz y los colores. Nos quedaríamos, pero debemos continuar la visita.

El mar, las playas

Salimos al paseo marítimo y descubrimos el mar ante nuestros ojos, un mar de febrero, de tonos algo más oscuros, igualmente magnético. El paseo está concurrido, las gentes caminan y hacen jogging y pasean por una calzada habilitada para las bicicletas, algunos también patinan. Un grupo camina sobre la arena húmeda, hundiendo los pies en el agua fresca de este invierno primaveral. Las jábegas reposan sobre la playa, panza arriba, descansando de sus afanes de pesca. La Cala, Rincón, Torre, los Rubios…. Nombres de las playas principales de Rincón de la Victoria, unos arenales de arena oscura y seria. La Cala del Moral, la más occidental de todas ellas, con una extensión de casi kilómetro un y medio, muy transitada en la época estival y de arena gravosa. Tiene un paseo marítimo que se extiende por todo el litoral. Este arenal se separa del resto por obra y arte del promontorio del Cantal, un cabo que se hunde en las aguas del Mediterráneo y sobre el que se sitúa la torre vigía del mismo nombre. Tras El Cantal, la playa de Rincón, de 3'6 km de longitud y situada en el centro urbano. Perfectamente accesible desde su paseo marítimo y de un alto grado de ocupación en los meses de verano. Más orientales son las playas de Torre de Benagalbón, con 700 metros de longitud y que aún conserva cierto aire agreste. de situada en la zona central del núcleo urbano. Es igualmente accesible desde un paseo marítimo. Tiene arena oscura y un grado de ocupación alto. A continuación, hacia el este, se extiende sobre unos 700 m la playa de Torre de Benagalbón, semiurbana de arena oscura y con un grado de ocupación medio y, por último, la playa de Los Rubios, con una longitud de algo más de un kilómetro e igualmente de arena oscura. Tienen las playas los días de invierno soleado un encanto especial, una luz brillante y efímera que tiñe la lámina de agua de matices verdosos y oscursos. El reflejo del mar se rompe con las espumas que forma el oleaje. El sonido de la solas nos acompaña en nuestro caminar. Vemos como un hombre mayor, sentado de cara al paseo marítimo se afana sobre unas redes, cosiéndolas con mimo, ajeno al trasiego de deportistas mañaneros y visitantes. Teje y cose y repara sus artes de pesca el pescador. En nuestro paseo observamos las llamadas, exclamaciones de las bondades gastronómicas de esta tierra. Pescaíto frito, boquerones vitorianos (así, sin la preceptiva “c”), arroces a banda, vemos las barcas transformadas en hornos braseros para el espeto de sardinas, aún frías en la mañana. Caminamos, tocamos la arena, paseamos. Antes de llegar al promontorio de El Cantal abandonamos el mar para, hacia la derecha, sumergirnos en la urbe rinconera.

La iglesia de la Victoria

Si el mar era la tranquilidad, el centro urbano de Rincón es el movimiento, el trajín, el trasiego de los quehaceres cotidianos, las compras, el ajetreo de una ciudad viva en invierno y vivísima en verano. Escuchamos sones de trompetas y vemos una pequeña banda desfilar en ensayos de Semana Santa. Es alegre y bulliciosa Rincón de la Victoria, animada. En este tramo de ciudad, han desaparecido las casas bajas de pescadores y se han erigido los edificios que albergaban las segundas residencias de los malagueños, de los visitantes nacionales e internacionales. Y es que Rincón de la Victoria ha sido durante muchos años lugar de segunda residencia para muchos habitantes de la capital de la provincia y de los pueblos del interior. Junto a la calle principal se abre una plaza y de ella emerge la iglesia de la Victoria. Es un templo moderno, construido en el siglo XX al gusto de la arquitectura andaluza. Tres arcos se abren en su portada que da paso a unos soportales cubiertos que preceden a la entrada. En su flanco más occidental, una torre campanario despega hacia el cielo. El interior resulta moderno como el exterior y, nada más entrar en el templo, a la izquierda, alberga una imagen de la Virgen del Carmen del siglo XVII. La plaza en la que se asienta el edificio está concurrida, dos o tres bares y cafeterías a sus lados sirven desayunos, cafés, tostadas, pitufos, molletes. Un grupo de niños se asolea mientras juega al fútbol con una pelota verde. Los padres miran cómo corretean.

La Cueva del Tesoro y el Parque Arqueológico del Mediterráneo

Preguntamos por la Cueva del Tesoro, sabemos que está relativamente cerca pero no sabemos cuánto. Una mujer joven nos dice que cojamos el coche y un hombre mayor nos dice que se puede ir andando, pero que es un buen trecho. Optamos por recoger el coche y llegar, después de la visita a la cueva, a la Cala de Vélez.
Regresamos los pasos andados, nos desviamos hacia el paseo marítimo y caminamos al borde de la playa hasta llegar al lugar donde hemos estacionado el vehículo, casi frente a la fortaleza de Bezmiliana.
El acceso hacia la Cueva del Tesoro se realiza desde el promontorio de El Cantal. Situada, precisamente sobre éste, la cueva hunde sus raíces marinas en lo más profundo de la tierra. Es una de las tres cuevas marinas del mundo visitables y la única en Europa. La apodan la Hija del Mar y razón no les falta como descubriremos más tarde. Antes de entrar en la Cueva preguntamos por los horarios de visita, que siempre tienen que ser guiadas. Por la mañana a las 10:45, 11:30, 12:15 y 13:00 (último pase). Por la tarde a las 15:45, 16:30 y 17:15 (último pase). Los precios de la visita son 4,65€ para los adultos (entre los 15 y los 64 años), 2,15 para los niños (hasta los 14 años) y 2,75 para la tercera edad (mayores de 65 años). Faltan aún veinte minutos para nuestra visita, así que nos acercamos hasta el inmediato parque Arqueológico del Mediterráneo. Tiene una extensión de 90.000 metros cuadrado y además de servir como zona de esparcimiento se pretende que sirva como elemento de divulgación científica, para ello en su construcción se ha recuperado la superficie geomorfológica original, así como la vegetación mediterránea autóctona. Una serie de caminos elaborados en roca natural guían al visitante en su recorrido, además, se puede disfrutar de una réplica a escala 1.1 de la parte de la Cueva de la Victoria en la que se han hallado pinturas rupestres, así como diversas indicaciones y paneles informativos sobre la misma. Lo recorremos, nos sentamos en uno de sus bancos, miramos el mar, dejamos que el sol nos temple la piel hasta que llega la hora de la visita. Formamos un grupo de algo más de veinte personas.
Nos gustan las leyendas y la Cueva del Tesoro tiene la suya propia. Se llamaba Tasufin Ibn Alí, siglo XII. Antes de dejar Rincón de la Victoria el emperador almorávide escondió un gran tesoro en las cavidades de esta cueva marina. Monedas, collares, joyas… Siguiendo los ecos de esta leyenda, Manuel Laza Palacios se sumergió en las profundidades para intentar encontrarlo. Y lo hizo. En todos los años de investigación descubrió 6 monedas de oro, más concretamente, 6 dinares de oro. Nada más. A cambio ofreció al mundo otro tesoro muy distinto, la propia cueva. Entramos nos sumergimos. La Cueva del Tesoro es muy distinta a otras que hemos visto, prácticamente no hay estalactitas ni estalagmitas y las formas blancas y redondeadas, repletas de oquedades, son las que predominan. Se dibujan en sus paredes formas fantasmagóricas, ojos que nos miran… Y nos acompaña en la visita el permanente susurro del agua. Son seis las salas que pueden visitarse. La Sala de la Virgen, con una imagen de la misma alumbrada por una candelaria. La Sala de Marco Craso, donde se cuenta se refugió el general en el año 88 A.C. durante los ocho meses que duró su persecución por parte de Mario y Cinna. La Sala del Águila y la Sala Noctiluca, donde puede apreciarse una forma rocosa que dibujaría la figura de esta diosa paleocristiana en el interior de la cueva, la Sala del Volcán, en cuyo interior se aprecia un considerable aumento de la temperatura y de la humedad y la Sala de los Lagos, donde el agua predomina por encima de cualquier otro elemento. Disfrutamos la visita, imaginamos las expediciones de Manuel Laza en aquellos años cincuenta, los primeros años de su descubrimiento, las escalas de madera, las lámparas de carburo. Con esta imagen aún fresca en la mente salimos, de nuevo, poco a poco, a la luz del día.

La Cala

Desde el promontorio del Cantal, tomamos dirección este para llegar hasta la Cala. Estacionamos en el primer aparcamiento que vemos y paseamos. Nos asomamos de nuevo al mar, a su paseo marítimo y se repiten las imágenes de paseantes. Algunos chiringuitos y restaurantes próximos a la playa comienzan a preparar las brasas para los espetos y llegan hasta nosotros sus perfumes. Cala adentro, descubrimos la iglesia de Nuestra Señora del Rosario. Es un templo de grandes proporciones, con una destacada torre campanario d ela que asoman cuatro balcones, está rematada en tejado de azulejo azul y blanco. Junto a la torre, la portada del templo, con un rosetón ciclópeo situado sobre la puerta principal. Sus paredes están pintadas de blanco, rematadas en color salmón claro. Una gran plaza le sirve de antesala, unos niños juegan, una pareja descansa, a la sombra en uno de sus bancos. Llega la hora de la comida y no nos decidimos por ninguno de los restaurantes, así que decidimos tapear en sus barras y probar, así los famosos boquerones vitorianos… Fritos (agrupados sabiamente en ramilletes unidos por su cola), abiertos y al limón, en vinagre… Todas las especialidades nos resultan deliciosas. Acompañamos nuestra degustación gastronómica con refrescos y alguna cerveza. Son algo más pequeños que los usuales, pero especialmente sabrosos. Los precios son más que razonables y las raciones no sobrepasan en ninguno de los casos los 10 euros.

Despedida

Nos atrevemos, hundimos los pies en el agua, fría aún. Nos reconforta, nos reconstituye. Con los pies mojados nos sentamos en la arena y contemplamos el mar ante nosotros. Esa lámina de agua que sirvió y sirve para el ir y venir de culturas, de gentes. El Mediterráneo que hunde sus brazos hasta el interior de la tierra en este Rincón, capaz de moldear sus entrañas hasta formar una cueva única. Nos llega a la mente la imagen de ese pescador que tejía sus redes, las jábegas varadas en la arena de la playa, los preparativos de esos barcos dispuestos a zarpar para capturar todos esos otros tesoros plateados en forma de boquerón.

Otras informaciones y enlaces de interés

Museo de las Artes Populares:
El Museo de las Artes Populares de Rincón de la Victoria es uno de esos hallazgos que nos remiten al pasado más reciente. Entre sus paredes se encuentra la reproducción de una casa labriega con dormitorio, cocina y salón y una multiplicidad de enseres, herramientas, útiles y aperos de labranza tradicionales. Gran parte de las piezas que se exhiben en este museo etnográfico han sido donadas por los habitantes de Rincón de la Victoria.
Virgen del Carmen: La Feria de Rincón de la Victoria tiene lugar en torno al 16 de julio, festividad de la Virgen del Carmen, fecha en que se procesiona por mar a la Virgen, acompañada de numerosas barcas, y luego la imagen es sacada del mar a hombros de marineros quienes la pasean por las calles del pueblo concentrando a mucha gente, tanto rinconera como foránea. Durante estas fiestas se celebran las tradicionales regatas de jábegas, tradicional embarcación de origen fenicio típica de las costas malagueñas (información extraída de la web municipal).
Concurso de Verdiales: En la segunda quincena de septiembre se celebra en Benagalbón el ya famoso "Concurso tradicional de verdiales", que concentra en sus calles a más de doce grupos (llamadas pandas) del estilo "montes", interpretando este precioso cante y baile máximo exponente del folklore malagueño (información extraída de la web municipal).
Enlaces de interés: Tomamos como referencia la web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol y la web municipal de Rincón de la Victoria.

Este blog queda abierto a los comentarios, anotaciones, opiniones que los navegantes deseen realizar. Nos vemos en El Color Azul del Cielo.

1 comentarios:

Nekane dijo...

Qué nivelazo.viajeros y viajeras de SEIS CIFRAS.
Un abrazo.