RSS

86 CASABERMEJA: MÁS ALLÁ DEL CAMPOSANTO

martes, 30 de noviembre de 2010

Corona Casabermeja su caserío sólido, apretado, con la torre campanario de su iglesia. Parece querer tocar el cielo con su pináculo, sobresale entre las casas como un faro, saludo para los viajeros que provienen de Córdoba, de Antequera, de Granada. Saluda Casabermeja como la primera de Málaga y muestra el poderío de sus calles encaladas, de su templo majestuoso, de su trazado imposible en apenas un vistazo. Santo y seña antes de llegar a la Costa del Sol. Y cuando el viajero deja atrás el primer instante mira por el retrovisor y observa los túmulos blancos, las bóvedas, los cilindros tumbados sobre la tierra. Todo es blanco refulgente. Mira por el retrovisor y contempla cómo las cruces del camposanto sobresalen de las tumbas, de las “nicheras”. El viajero pregunta qué es eso y el bermejo responde: El Cementerio de San Sebastián.


Una aproximación

Casabermeja es un nudo de comunicaciones, hasta su término municipal llegan las carreteras que provienen desde Antequera, desde Córdoba, desde Granada a través de la A-92. Es la primera impresión que muchos viajeros obtienen de la provincia malagueña y no conduce a equívocos, porque sus calles estrechas y empinadas, su color blanco, inmaculado, la presencia totémica de su iglesia resulta inconfundible y conforma parte del imaginario colectivo de pueblo andaluz, que además, corresponde ciento por ciento con la realidad. Casabermeja es el faro que conduce a los viajeros, a través de la sinuosa senda del valle del río Guadalmedina y atravesando los Montes de Málaga, hasta la promesa de las playas costasoleñas. Nosotros hoy, hacemos el camino inverso y lo primero que vemos antes de llegar al puerto de las Pedrizas son las “nicheras” del cementerio de San Sebastián. En nuestro ánimo nos encontramos con ganas de conocerlo, no en vano está declarado desde 2006 Bien de Interés Cultural, siendo el primer cementerio de la comunidad autónoma en obtener este alto grado de protección. Tras pasar bajo la autopista iniciamos el ascenso al centro urbano. A la derecha encontramos un indicativo de parking, que seguimos hasta estacionar el coche. Desde aquí tendremos que subir un par de cuestas, pero la vista que nos regala del caserío y, sobre él, de la iglesia, merece la pena.

La iglesia, las fuentes y el Castellum

La vista de la iglesia es imponente. Sobresale la torre campanario, altísima. El cuerpo del templo parece sustentarla, elevarla a las alturas, auparla. Desde aquí ya se observan cuatro de los cinco cuerpos que la componen, superpuestos, como una construcción infantil. En nuestro caminar nos percatamos de un detalle curioso. En las placas identificativas de las calles, realizadas en azulejo, su nombre se acompaña con un dibujo referente al mismo. En la calle Palomo aparece, además del nombre, el dibujo de una paloma. En el callejón de la Luz, aparece dibujada una farola, y así, con todas. Curioso. Pronto llegamos a la plaza que precede a la iglesia. Frente a su portada se encuentra la Oficina de Turismo, en la que entramos y nos proveemos de folletos, mapas, etc. Preguntamos por la Torre Zambra, un mirador sobre el que se yergue una torre y desde el que se divisa una impresionante panorámica de los Montes de Málaga, del Torcal, de la costa. Se nos indica que llamando con antelación se puede solicitar la llave para entrar en la torre y obtener así unas vistas aún mayores. Nos situamos. La iglesia parroquial de Nuestra Señora del Socorro es el monumento más destacado del centro urbano de Csabermeja. Resulta de una belleza y de un porte innegable. La portada nos saluda con cierta sobriedad, blanca, con frisos de fábrica de ladrillo y sencillo arco de medio punto realizado en piedra. Desde el exterior ya se aprecia su construcción interior, de tres naves perfectamente diferenciadas. En la parte trasera, el templo se historia algo más y se hace visible la cúpula que alberga el altar mayor. La torre, de ladrillo rojizo, sobresale con sus cinco cuerpos. La iglesia fue construida en el siglo XVI y reformada en el siglo XVIII. Entramos. El suelo, damasquinado en rombos blancos y negros, las bóvedas de medio cañón, las tres amplias naves y el camarín de la Virgen del Carmen a la izquierda y de Jesús Nazareno a la derecha. Salimos y nos sorprende el rotundo tañer de las campanas, que asusta a las palomas. Casabermeja posee algunas casonas antiguas, con amplios zaguanes, patios convertidos en grandes salones, en salas de estar. Entrevemos una chimenea encendida, un hombre que lee un periódico sentado en una mesa camilla. Se abre el aire al aroma del picón, de las brasas de olivos y almendros. Junto a la iglesia hay un panel con un mapa de situación del municipio. Nos ubicamos. Tomamos la calle de la derecha, calle San Sebastián hacia abajo. Nos dirigimos de manera directa hasta el Cementerio Municipal, pero antes tenemos curiosidad por visitar el Castellum Aquae, una antigua construcción romana, Castillo de Agua que sirvió como fuente durante décadas. De aquella edificación solo queda la entrada, en forma de bóveda y un jardín. Resulta curiosa.Salimos.

El Cementerio de San Sebastián

El portalón de entrada indica los horarios: De 10 de la mañana a 6 de la tarde. Cruzamos y nos adentramos en un mundo de respetuoso silencio. Un quedo saludo con dos operarios, un gesto leve con la cabeza con una familia que lleva flores bajo el brazo. Leemos uno de los primeros carteles que nos encontramos y que subraya la importancia del lugar que vamos a visitar: “Para mantener la estética tradicional del cementerio, dado su carácter de Bien de Interés Cultural, el Ayuntamiento comunica a las personas que deseen efectuar obras (cambio de lápidas, restauración de nichos, etc.) deberán ponerse en contacto con los servicios técnicos”. Un camino de cipreses nos conduce hasta la capilla del camposanto. Un edificio sencillo y sólido, blanco como blancas son todas las tumbas que le rodean. Aquí se inicia un viaje que se puede contemplar con dos miradas, siempre con la respetuosa que se ha de tener en un cementerio. La primera mirada es la de la curiosidad histórica, la de la indagación cultural, la de la arquitectura funeraria. La segunda es la mirada más sacra, religiosa, ceremonial y tradicional. El Cementerio Municipal de Casabermeja, alejado de lo que realmente es, un camposanto, merece una visita cultural. Es curioso, es particular, la forma que las tumbas, las “nicheras”, han adoptado con el paso de los años. Tanto es así que debido a su construcción la leyenda cuenta que “Por la forma arquitectónica de los nichos en el que el frontal se puede distinguir las siguientes partes: Abajo (Puerta para depositar al difunto), Medio (Lápida y adornos), Arriba (Frontal con adornos arquitectónicos). Esta forma ha hecho que durante mucho tiempo los visitantes hayan pensado que en Casabermeja se entierran a los difuntos en pie”, como apunta la página web municipal. El cementerio de Casabermeja fue declarado Monumento Nacional en 1980 y Bien de Interés Cultural en 2006. La forma de las tumbas, un semicilindro tumbado sobre la tierra con un frontal rectangular puesto en pie había provocado esta sensación. Nos percatamos, y confirmamos después, que los nichos están rematados por una cruz de forja y que todas ellas (y hay cientos) son diferentes entre sí. La historia del cementerio de Casabermeja se remonta a una orden de Carlos III en 1787 que prohibía seguir enterrando en la “tierra sagrada” de los templos y obligaba a realizar los enterramientos en los cementerios, más alejados de los centros urbanos. Ya en el año 1786 se concedió una ayuda de 400 reales a Casabermeja para la construcción de un camposanto, debido a que el del templo se encontraba saturado. De esta manera se erigió el cementerio de San Sebastián. Al camposanto acudieron en un primer momento los ciudadanos más pobres. Las tumbas, así eran sencillos túmulos de piedra pintadas de blanco y decoradas con flores y una pequeña cruz. Los ricos, siguieron siendo enterrados en la parroquia, hasta que una nueva orden de 1804 lo prohibió expresamente. De esta manera las tumbas se fueron haciendo más complejas, dotándose de formas abovedadas de cañón e incluyendo un frontispicio a modo de fachada dándole esa forma tan peculiar. Además, la topografía del terreno hizo que las calles del cementerio se fueran adaptando al mismo, creando un trazado irregular, con distintas pendientes y rincones escondidos. Paseamos. El cielo amenaza tormenta y el cielo permanece gris. Tiramos unas fotos y, en silencio, observamos las tumbas, las “nicheras”. Paseamos. Sobrecoge este ambiente de blancura inmaculada. Se recortan las cruces contra la tormenta. La sorpresa se esconde tras cada esquina y la forma semicilíndrica de las tumbas forma, una con otra, una con otra, un campo extenso de bóvedas. Los frontispicios están más o menos historiados y los recubren un mayor o menos número de flores. Leemos los nombres, las fechas. Pensamos en las vidas de las personas que los ocupan, quiénes y cómo fueron, a qué se dedicaron, a qué les gustaba jugar. En la parte más alta del cementerio, junto a la entrada aún se conservan algunos de los antiguos túmulos, esas pequeñas montañas de piedra pintadas de blanco. Sobrecogen. En el siguiente slideshow hemos colocado de manera especial algunas imágenes específicas del Cementerio Municipal de Casabermeja.





La ermita del Chorro y la torre Zambra

Abandonamos el cementerio y caminamos hasta el parking público donde hemos estacionado el coche. Desde el aparcamiento parte una carretera que indica “Área Recreativa” y “Torre Zambra”. La seguimos. Ascendemos por una carretera en buen estado hasta llegar a la ermita del Chorro, junto al área recreativa del mismo nombre. La ermita es un edificio moderno, está construido en 1989, y la modernidad se vislumbra en su aspecto, que incluye una esquina acristalada desde la que puede contemplarse el interior del templo. Entre los árboles que la circundan, altos cipreses, se intuye el caserío blanco de Casabermeja. Continuamos camino y realizamos un par de paradas más para sacar unas fotografías. Desde aquí se obtiene un magnífico panorama de las Pedrizas, de El Torcal, del municipio bermejo allá abajo. Para encontrar la senda hacia la Torre Zambra tenemos que preguntar. Una vez encontrado el carril se nos abre una disyuntiva, acceder en coche (un kilómetro y medio por pista de tierra en ascensión y su posterior bajada) o subir caminando. Optamos por la segunda. El día no es demasiado propicio. La humedad ha reblandecido el suelo, pero las visyas a la llegada van a merecer la pena. Poco a poco, con tranquilidad, disfrutando del paseo llegamos hasta la cima. Y decimos bien, porque la torre Zambra se sitúa en un otero considerable. La edificación se conserva en buen estado, una escalera de hierro exterior comunica con una puerta de madera. El día no es propicio. La tormenta anunciada ha comenzado a arreciar y unas volutas de bruma procedente del mar nos empañan la vista panorámica. Otra vez será. Aún con todo, nos sentamos y dejamos que las primeras nieblas lleguen casi hasta nosotros.

Despedida

Silencio blanco. El cementerio de Casabermeja nos transmite sus historias, su pasado, su presente, su futuro. Nos ofrece nombres y datos y fechas y recuerdos. Algunas flores marchitas y otras rebosantes de color. Paseamos, despacio, entre sus calles, asomándonos a sus rincones. Contemplamos todas las diferentes cruces y alabamos el ingenio de los maestros de forja. Miramos las “nicheras”… ¿Por qué así? ¿Por qué se decidió esta forma para las tumbas? ¿Quién fue el primero en hacerlas abovedadas? Quizá no tengan respuesta o debamos preguntar a los estudiosos, aún con todo ahí están, ahí quedan estos interrogantes, flotando entre las callejas de un camposanto.

Otras informaciones y enlaces de interés

Uno de noviembre, Día de Todos los Santos: “En Casabermeja se ha desarrollado un gran culto a los difuntos, teniendo su día de máxima expresión el día de éstos donde las mujeres de la localidad blanquean los nichos y panteones, los adornan con flores y le encienden velas a sus familiares fallecidos”, apunta la web municipal.
Festival del Cante Grande: En la web municipal se señala que“El Festival de Cante Grande tiene sus orígenes en el año 1969, cuando la Junta de Festejos decide sustituir del programa de feria, el tradicional cuadro flamenco por un festival de cante, baile y toque de guitarra al que denominaron Festival de Cante Grande. En la actualidad este festival es considerado por los entendidos del cante como uno de los más importantes de Andalucía, por el que han pasado cantaores de la talla de José Menese, Camarón de la Isla, José Merced, etc. Lo mejor que tiene el Festival es el público. En Casabermeja se escucha el Cante con gran respeto; respeto que viene del conocimiento de un público entendido que ha hecho suyo lo de “saber escuchar es un arte”. Este público se sientan por grupos alrededor de sus mesas, y al mismo tiempo que escuchan buen cante degustan buen vino y aperitivos.Destacable también es el recinto al aire libre, con un escenario adornado por sí solo con la Torre de la Iglesia iluminada para la ocasión, el suelo con martranzos y romero esparcido que desprenden un aroma refrescante y agradable”.
Enlaces de interés: Tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol, las dos páginas web municipales de Casabermeja.

Este blog queda abierto a los comentarios, anotaciones, opiniones que los navegantes deseen realizar. Nos vemos en El Color Azul del Cielo.

85 ALMOGÍA: CUNA DE VERDIALES

martes, 23 de noviembre de 2010

Mi Almogía la bonita
entre olivos y almendrales
malagueñas y exquisitas
cuna de los verdiales.

Las calles de mi Almogía
ya relucen como el sol
tienen blanco resplandor
están llenas de alegría
la llevo en mi corazón.

Las tierras de Almogía

Paraje verde henchido de almendros el que precede nuestra llegada. Meseta de ondulaciones suaves, la senda serpentea como una sierpe alquitranada. Tras cada curva aparece una nueva. Salpican nuestro camino antiguas haciendas olvidadas, nuevos cortijos restaurados que lucen como modernos palacetes. Nos cruzamos con pequeños grupetos de ciclistas. Circulan despacio por la carretera, con las huellas del cansancio marcadas en la cara, dientes apretados, la sonrisa sólo se dibuja en el corazón de los más valientes. Requiere Almogía llegar hasta ella. Pese a que en el pasado formó parte del camino real que comunicaba Madrid con Málaga (incluso en la antigüedad lo traspasó una calzada romana), y se convirtió en última parada para los viajeros antes de llegar a la capital, las nuevas vías de comunicación la han transformado en un idílico reducto serrano, relativamente próximo a la costa, lo que ha propiciado un crecimiento inusual en forma de nuevas urbanizaciones, pero capaz de mantener, sin desvaírse, toda su esencia de pueblo blanco andaluz. Su situación geoestratégica, lo colocaba en una posición ideal para controlar el tráfico de gentes y mercancías. Almogía, desde la comarca antequerana es el último emplazamiento situado en la falsa llanura de una meseta, desde el municipio comienzan las curvas pronunciadas, los barrancos insólitos, el laberinto de carreteras. No en vano, Almogía forma parte del corazón de los Montes de Málaga.

Hasta la ermita del Sagrado Corazón de Jesús

Parece el municipio a punto de derrumbarse hacia sus valles, desprenderse desde la Torre de la Vela hacia abajo, como una cascada blanca de casas apretadas. Estacionamos en la parte más alta del pueblo, conscientes de que todo lo que bajemos habrá que subirlo más tarde, pero consideramos poco prudente para los desconocedores adentrarse en el dédalo de calles y callejas que supone el trazado urbano morisco. La mejor manera y forma de conocer a fondo estos municipios de arraigo antiguo y centro urbano retorcido sobre sí mismo es caminar, pasear, perderse, observar de tú a tú a sus gentes, aspirar sus aromas insólitos en las grandes ciudades. De este modo, descendemos por la calle Carril siguiendo las indicaciones de los paneles explicativos hacia el centro urbano y la Torre de la Vela. Compramos la preceptiva postal en un estanco (un tanto antigua, pero con solera) con intención de escribirla en el tiempo de la comida. Divisamos tras la primera curva del casco urbano los restos del Castillo de Almogía, que llegó a tener siete torres y que ahora sólo mantiene en pie una de ellas, la Torre de la Vela, que se sitúa sobre un promontorio natural. Continuamos por la calle Carril, observamos entre una peña futbolística y el consistorio morisco una casa que parece hacer las veces de pequeño museo etnográfico particular. Nos asomamos. Antiguos aperos de labranza, menaje de los años veinte, la reconstrucción de una casa de antaño. Continuamos nuestro descenso hasta llegar a la plaza de la Ermita. Un remanso horizontal donde cinco bancos de hierro invitan, bajo la sombra de tres naranjos, al reposo. Nos dejamos vencer por esta sencilla tentación. Frente a nosotros se encuentra la ermita del Sagrado Corazón de Jesús. La ermita, construida en el siglo XVIII, formaba parte del desaparecido convento del mismo nombre y hoy aún aparece encajada en la esquina que forman dos casas, casi mimetizadas sus paredes blancas con las de las construcciones adyacentes. En el interior del pequeño templo se encuentran las imágenes de los dos patronos de la localidad, San Roque y San Sebastián. Se encuentra en este remanso del camino una sensación muy placentera. La temperatura tibia pero no cálida, la delicada sombra de los naranjos y su perfume, el tráfago de la vida cotidiana. Nos tomamos nuestro tiempo antes de levantarnos para continuar nuestro viaje.

Hasta la capilla del Santo Cristo

Desprenden las calles de Almogía aromas de comida contundente, de alimento recio y serrano. La chanfaina (chivo con aliño de almendras), las sopas de puchero, el salmorejo y el gazpachuelo, el plato de los montes (un contundente combinado de huevos fritos, chorizos, etc.) son algunas de sus ofertas culinarias. Las calles se recortan, las indicaciones nos van llevando por la calle San Sebastián hacia abajo. Pronto vemos la torre campanario de la iglesia que sobresale entre los tejados, tras una curva más del trazado. Llegamos hasta su puerta que encontramos abierta. Es un templo poderoso, majestuoso. La torre alcanza una altura considerable. El interior de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción nos sorprende por tener una serie de capillas laterales historiadísimas y de compleja arquitectura, así como por el color azul que se desprende de sus vidrieras y que inunda el altar mayor. El artesonado de madera es impresionante, con unos tirantes y puentes de sujeción labrados hasta lo mínimo. El templo se erigió en el siglo XVI, pero fue ampliamente restaurado en el siglo XIX. El origen de esta amplia restauración fue el terremoto que padeció Málaga a finales del XIX y que afecto a toda la provincia, especialmente la Axarquía como ya hemos relatado en este blog de viajes. Salimos de la iglesia. En la parte baja del municipio nos encontramos con algunas casas más señoriales, que destilan cierto relumbrón. Llegamos hasta la plaza de la Constitución, de la que parte la calle Sevilla que nos sorprende con dos elementos insólitos. Un gran arco que precede a unas estrechas escaleras en ascensión y en la pared derecha, un gran mural en tonos sepias con texto e imágenes antiguas en las que se explica y pone en relieve la historia del municipio. En la plaza en sí, una fuente de cinco caños refresca con su murmullo a las mesas que lo circundan. Varios moriscos y varios visitantes toman, sentados en ellas, un refrigerio de media mañana. En la base de la fuente se puede leer la siguiente frase firmada por Vicente Andrada Fernández “Almogía la olvidada y la siempre querida y añorada”. Desde la plaza parte también la calle Cristo, donde se encuentra, apenas a veinte metros la pequeña capilla del mismo nombre. Construida en el siglo XVII y obligatoriamente restaurada en el siglo XIX es un templo muy reducido, con una sencilla imagen en su interior. Antes de llegar a la capilla hemos encontrado varias casas con grandes portadas en zaguán que hunden el hogar en la fresca sombra de su intimidad. Muchas de las puertas de Almogía permanecen abiertas para permitir la entrada del aire tibio de la calle. Sin afán de cotilleo, entrevemos algunas escenas cotidianas. Una mujer que remueve un puchero, un niño jugando sobre una alfombra, un hombre mayor tallando un bastón en un patio. Algunos de ellos nos saludan afables.

La Torre de la Vela

Regresamos sobre nuestros pasos hasta la entrada de la iglesia. Desde la calle lateral derecha, la calle Viento, una indicación nos dirige hacia la Torre de la Vela. Juegan los niños en las calles tranquilas y peatonales, calles que ascienden y descienden, cantan canciones infantiles y trabamos conversación con ellos. Dos, niño y niña, son rubísimos y de ojos azul celeste. Nos hablan en inglés y en castellano a la par. La relativa proximidad de Almogía a la capital de la provincia ha hecho que posee una considerable población residente extranjera. Más tarde, cuando nos dispongamos a comer, lo haremos junto a un buen puñado de hombres y mujeres ingleses que saludan a sus vecinos moriscos con cordialidad. Surgen de los patios y de las puertas abiertas aromas a puchero antiguo. La ascensión hacia la Torre de la Vela no resulta especialmente dura, transcurre por una serie de calles que, de pronto, se transforman en mirador. Surge casi de pronto, un murete bajo de color blanquísimo que contrasta con el paisaje que se contempla al fondo. Verde y abrupto, salpicado de algunas manchas blancas en forma de cortijos reconvertidos, de alquerías, de fincas. Nos paramos, apoyamos los brazos sobre el muro y contemplamos el paisaje con deleite. El caserío de Almogía desciende hasta el fondo del valle a la derecha, las trochas y pistas recorren el lomo de las montañas próximas, las más lejanas se pierden en la calina. Nos mantenemos ahí un rato, con la figura de la torre a punto de asomarse. Llegamos a la calle Oveja y seguimos por nuestra izquierda, así, llegamos hasta la Torre de la Vela. Sólo es un resto, pero aún imponente, y nos ayuda a imaginar cómo hubo de ser aquella fortaleza que participó en las revueltas de Omar Ben Hafsún contra la cúpula de la Córdoba de los Omeyas. Un caballo ramonea en el promontorio y eso permite agudizar aún más la imaginación. Sólo falta un morisco cabalgándolo. Desde la Torre de la Vela se obtiene una panorámica magnífica del entorno.

Hacia la vitualla y las carreteras secundarias

Desde aquí descendemos por la calle Alta hasta llegar de nuevo a la calle San Sebastián. Ascendemos y nuestra subida va a tener recompensa, Paramos en el bar Chiquetete, un local junto a la carretera que nos llevará a Málaga. Pedimos, entre la sucinta carta que incluye fritura de pescaíto, una brocheta de pollo y un solomillo de cerdo. Para beber, un refresco de cola y una botella de agua de litro y medio. Desde la terraza comprobamos el trajín, el ir y venir de los coches y de las gentes. Degustamos los platos, que vienen acompañados de patatas fritas y alioli, con deleite. El total de la cuenta asciende a 22 euros. Antes de marchar preguntamos al camarero por el mejor camino para llegar a Málaga. – Siguen por aquí delante y a unos dos kilómetros la carretera se bifurca, a la izquierda se va por la carretera vieja que está asfaltada y en buen estado pero con muchas curvas, y a la derecha comienza una cuesta enorme. La carretera no está asfaltada, pero tiene un camino de hormigón, es más corto, tiene menos curvas y llega hasta Campanillas-, nos explica. – Y usted, ¿cuál escogería?-, preguntamos. – Sin duda la de la cuesta-, nos responde.

Despedida

Y eso hacemos. Paramos, antes de iniciar nuestro regreso, en un mirador que nos ofrece una extensa panorámica de Almogía sobre la montaña. El mirador, decorado con pequeños azulejos ofrece todos los escudos de los municipios de la provincia malagueña. Buscamos los 16 que nos faltan por visitar en esta andadura que es El Color Azul del Cielo. Tiramos un par de fotos al caserío blanco e imaginamos el trajín que tuvieron que tener estas carreteras, antes trochas, pistas y calzadas en la antigüedad. Los romanos, los árabes y mozárabes, los moriscos, las tropas cristianas, la burguesía madrileña y malagueña en un ir y venir continuo. Málaga esconde muchos secretos y Almogía es uno de ellos.

Enlaces de interés e información turística

Día de la almendra: En este evento, a través de una serie de stands, más de cincuenta artesanos de la comarca exhiben a vecinos y visitantes sus productos autóctonos como carnes, quesos, embutidos y, por supuesto, todos los derivados imaginables de la almendra. La jornada pretende además, mostrar al público los modos del cultivo y recogida tradicional de este fruto, centro durante años de la economía morisca. El Día de la Almendra reúne en Almogía a miles de personas que degustan chanfaina, porra blanca, ajoblanco, vino dulce, quesadas de almendra, etc… El evento está acompañado en todo momento de música tradicional donde no faltan los verdiales y se completa con talleres de animación y la representación de oficios tradicionales como talabartería, trabajos de pleita y el descapotado, partido y repelado de la almendra.
Los verdiales: Fiesta de Verdiales de las Tres Cruces, declarada Fiesta de Singularidad Turística Provincial en 2009, y que tiene lugar el primer domingo de mayo. La celebración se desarrolla en los alrededores de la ermita de las Tres Cruces, situada en los límites de los términos municipales de Almogía, Pizarra, Cártama y Álora. Pandas de verdiales de estos cuatro pueblos realizan el singular ‘choque’ entre pandas, que no es sino una demostración del buen hacer folclórico de cada una de estas agrupaciones. Pero la devoción por los verdiales del municipio de Almogía no queda sólo aquí, ya que en el mes de agosto se celebra el Concurso Cuna de Verdiales. Un festival que en 2010 cumple su vigesimoquinto aniversario y que rinde culto a este estilo de música tan malagueño. Durante la celebración se entrega el premio al Fiestero de Honor, galardón que recae sobre una persona que se haya distinguido en la práctica, estudio o rescate de los verdiales”, tal y como apunta la información extraída de la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol. (Fotografía extraída de la página web del ayuntamiento de Almogía)
Enlaces de interés: Tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol y la página web municipal de Almogía. Asimismo hemos visitado la página personal Almogía.net y la completísima web oficial de la Hermandad del Santo Cristo de la Vera Cruz, Santo Entierro, Nuestra Señora de los Dolores y María Santísima de Concepción y Lágrimas.

Este blog queda abierto a los comentarios, anotaciones, opiniones que los navegantes deseen realizar. Nos vemos en El Color Azul del Cielo.

84 VILLANUEVA DE LA CONCEPCIÓN: AL AMPARO DEL TORCAL

martes, 16 de noviembre de 2010

Y asciende el leve y delicado paisaje. Asciende hasta querer encaramarse a ese enorme farallón de piedra que emerge de la tierra como una barrera colosal. Farallón que esconde un corazón pétreo, un jardín oculto que late al compás que le marca Tethys, un mar tan antiguo como la humanidad. Tesoro cincelado a base de tiempo y tiempo y tiempo. Tesoro que muta y cambia al albedrío de los fríos y de los vientos, de los meteoros. Jardín inmemorial de piedra inmemorial. Corazón oculta de Villanueva de la Concepción. Un jardín confeccionado con torcas y dolinas y lapiaz. El Torcal, su corazón oculto.

Aproximación a El Torcal

Y según ascendemos se erizan las rocas blancas, se endurecen las tierras sembradas de piedra, se ciernen sobre nosotros las lascas megalíticas, las láminas de piedra inmensa. Al revés que la bíblica mujer de Lot, nos convertiremos en estatua si miramos hacia adelante, porque si miramos hacia atrás se extenderá ante nosotros un perfecto mapa en relieve de la provincia de Málaga, un paisaje privilegiado en el que el cielo se confunde con el mar y el horizonte con las cimas de las montañas. Sólo las brumas matinales parecen escapar al hechizo de la distancia. Antes de llegar al centro de visitantes, estacionamos por un momento en el Mirador de Diego Monea. Poner el pie en el suelo y nos saluda una orquesta de esquilas y cencerros, el ganado ovino y caprino y sus dominios. La vista que obtenemos desde esta atalaya es impagable, quizá como ningún otro mirador en la provincia de Málaga. Los límites de las montañas granadinas, la Axarquía, Málaga capital, la serranía rondeña, la Sierra de las Nieves, los Montes de Málaga. Es sobrecogedor, parece que tengamos toda la provincia sobre la palma de la mano. Continuamos por este paisaje grisáceo y lunar y nos adentramos con cada tramo recorrido en un mundo imposible en formas, en tamaño, en comprensión. Parecen las dolinas los dedos de un gigante surgiendo de la tierra, descenso a los infiernos las depresiones del terreno, escaleras al cielo las torcas. Sea aquí que la naturaleza deja a tras al ser humano y para subrayarlo, un importante rebaño de ovejas reduce el paso de nuestro avance. Llegamos al Centro de Visitantes.

El Centro de Visitantes

Dada la afluencia de visitantes hasta El Torcal, los responsables han organizado un sistema que permite acceder a él sin crear en su entrada un embotellamiento de tráfico. No en vano, la carretera es sinuosa y estrecha. De esta manera, cuando se detecta que el parking superior está completo, existe una zona de aparcamiento en los accesos donde el visitante puede dejar estacionado su vehículo y ascender hasta El Torcal en un minibús. Cómodo, práctico y sostenible. No es nuestro caso, ya que la pronta hora de la mañana a la que hemos llegado nos permite acceder con nuestro propio vehículo. Estacionamos y nos adentramos en el edificio del Centro de Visitantes. Por fuera, una mole de piedra más entre todas las que le rodean, perfecto mimetismo con el entorno. El Centro de Visitantes del Torcal es reciente y como tal, responde a las necesidades del viajero moderno. Instalaciones que nos explican con paneles interactivos la formación del Torcal desde el pasado mar de Tethys, el trabajo de la erosión, el origen de las formas caprichosas que conforman este entorno tan espectacular. Además, ofrece la posibilidad de jugar con representaciones de las cadenas tróficas de la flora y la fauna, contemplar fósiles de muy muy cerca, e incluso oler los perfumes que exhala el Torcal, romero, tomillo… Un audiovisual de quince minutos explica en forma de cuento gótico la historia de esta formación geológica tan particular. Por cierto, el centro también dispone de un servicio de restaurante y bar donde avituallarse hoy se anuncia “Paella” con grandes letras, aunque también hay otras delicatesen como migas, huevos fritos con jamón ibérico, croquetas caseras y, no podía faltar, porra antequerana. Una vez informados, comenzamos la ruta.

La Ruta Verde de El Torcal

Hay dos rutas señalizadas. La primera de ellas, la Ruta Verde, de 1,5 kilómetros de distancia y de 45 minutos de duración. Otra, la amarilla, es más larga y con una duración de dos horas. Optamos por la primera. Antes de llegar al Centro de Visitantes y desde el aparcamiento sale nuestra ruta, que comparte un tramo con la otra. Conjuga el Torcal las formas delicadas con las rotundas, en un juego de sorpresas continuas en el que la imaginación puede crear monstruos, figuras imposibles, princesas y guerreros de yelmo enhiesto. Parece congelado el silencio y parecen moverse por el rabillo del ojo las grandes formaciones rocosas. Es un paisaje de embrujos, de apariencias mágicas, un jardín pétreo donde todo parece posible, una ciudad dolménica donde los roquedales ascienden hasta transformarse en ciudades, en edificios, en enormes rascacielos. Nos observan, nos miran esos tótems de piedra. Pensamos en cómo será caminar aquí entre la niebla, en uno de esos días en los que el Torcal se encapota y muestra su ceño fruncido, su mal humor intempestivo. De ahí que convenga informarse sobre la predicción meteorológica antes de acudir. Hoy hace un día radiante de cielo azul otoñal. Cuando nos situamos en el fondo de este antiguo mar parece que unas fauces dentadas fueran a cerrarse sobre nosotros hasta engullirnos. El Torcal es un juego de geologías, perfecto para visitar con niños, que encontrarán en este paraje una vasta ludoteca. La Ruta Verde no es complicada, el trazado, eso sí y como es natural, está alfombrado de piedras, así que conviene no salirse del camino, aún con todo es una ruta muy sencilla y al alcance de prácticamente todo el mundo. Y cuando parece que ya hemos contemplado todas las formas imposibles, otras surgen a nuestro paso como auténticos colosos, como gigantes, como polifemos de mil ojos. De pronto, en un altozano, se recorta una silueta que no se sabe si es de piedra o humana hasta que se mueve. Caminamos por el corazón, entre sus arterias, entre roquerío y árboles retorcidos, palpando con nuestras manos, acariciando estas piedras antiguas. La ruta se completa con una visita al Mirador de la Escalerilla, un balcón natural desde el que se divisa Colmenar, Casabermeja, el mar Mediterráneo y las azoteas, lejanas, del Villanueva de la Concepción.

El centro urbano

Dejamos atrás las espigadas formas de El Torcal e iniciamos nuestro descenso hasta Villanueva de la Concepción. Como si fuera para contrarrestar el dédalo de piedra de su paraje natural, el centro urbano de Villanueva de la Concepción posee unas calles largas, rectilíneas, que forman líneas paralelas unas con otras. Parece responder este trazado moderno, a la modernidad de su constitución como municipio independiente, el uno de los ciento uno de la provincia de Málaga. Villanueva de la Concepción perteneció hasta 2009 al municipio de Antequera. Aunque la villa posee un pasado que se remonta hasta el neolítico, su configuración como municipio ha sido muy reciente. “Villanueva de la Concepción nace como pueblo el 3 de noviembre de 1880. En marzo de 1992 es declarada Entidad de Ámbito Territorial Inferior al Municipio (EATIM), para más tarde, en 2001, ser declarada Entidad Local Autónoma (ELA), iniciando así una etapa definitiva en su declaración de municipalidad. En 2007, la Junta de Andalucía reconoció su derecho a segregación del municipio matriz, Antequera, haciéndose efectivo dicho derecho el 17 de marzo de 2009 durante un consejo de gobierno en Málaga, que autorizó la construcción del ayuntamiento, convirtiéndose así en el municipio 101 de la provincia malagueña”, así nos resume su historia reciente la wikipedia. Seguimos las indicaciones que nos llevan hasta la iglesia parroquial de la Inmaculada Concepción, estacionamos en la calle San Antonio, apenas a cinco metros de la entrada al templo. Es un edificio sencillo, construido a finales del siglo XIX, de luminosas paredes blancas y rematada con una sencilla espadaña. La iglesia se constituye en torno a una sola nave, en cuyo altar reposa una imagen de la Inmaculada Concepción. El retablo interior es neoclásico y posee un poco habitual color oscuro. Las calles rectilíneas, forjas negras en las ventanas y balcones, zaguanes que preceden al interior de las casas. Huele a otoño con intensidad, a comida casera, aromatizada y penetrante. Huele a brasa de picón. Paseamos por las tranquilas calles de Villanueva, tranquilas y aseadísimas, en perfecto estado de revista. El murmullo del trajín cotidiano se traduce en ruido de cacerolas, de ollas a presión, de conversaciones y saludos, de radiofonías, de músicas lejanas. Caminamos entre sus calles y no hay posibilidad de pérdida. Los paneles indicativos nos llevan hasta la plaza de Andalucía desde el callejón del Viento. La plaza es el centro neurálgico del municipio, lugar donde se celebran los eventos y fiestas más destacadas y que ha visto pasar ante sus bancos y naranjos la historia más reciente de la localidad. Posee estructura rectangular y en el centro destaca una fuente octogonal elaborada con granito rojo. Esta fuente está considerada como el principal punto de abastecimiento de agua de Villanueva. Un panel explicativo nos ayuda a situarnos y a buscar otro de nuestros objetivos. Antes, reposamos un tanto. Nos sentamos en uno de los bancos, junto a un naranjo. Dejamos que el sol, templado, nos caliente la piel. Vemos allá arriba, las estribaciones del Torcal que aún está reciente en nuestra mirada. Recordamos sus formas retorcidas y las comparamos con la rectitud de la fuente, de las esquinas de la plaza, de las azoteas de las casas. Seguimos camino por la calle Real hasta la plaza García Caparrós. Damos fe de lo que el panel explicativo subraya: “La plaza es un lugar idílico para pasar las largas tardes estivales a la sombra de los majestuosos olmos que la coronan”. Eso hacemos, trocando la tarde estival por la mañana otoñal, que vienen a tener una luz muy similar. A la plaza de García Caparrós confluyen las calles Nueva, Plantel Juvenil y García Caparrós, lo que la hace casi un lugar de paso obligado. En el centro de la plaza, una fuente borbote su murmullo de agua. Villanueva, tras la construcción del Camino Real por orden de carlos III y que comunicaba Málaga con Madrid fue un nudo de comunicaciones estratégico. Para mejorar sus accesos se construyeron tres puentes que pueden ser visitados por los curiosos de la historia, son los puentes del León, del Horcajo y del arroyo Cauche.

Despedida

Aún con el temblor del tibio sol en nuestra espalda, imaginamos el Torcal. Lo pensamos y dibujamos en nuestra mente, recorremos sus surcos y sus secretos, sus pasadizos retorcidos, sus grutas oscuras, sus edificios de piedra gris. Bosquejamos el Torcal como si fuera un sueño, los relieves de su trazado, los horizontes dentados, los caminos imposibles. Imaginamos el mar de Tethys, la pasada superficie sumergida en la que ahora nos encontramos. Imaginamos como Villanueva de la Concepción surge de los mares portando en su testuz esa corona pétrea que es su Torcal.

Información útil y enlaces de interés

El Torcal: Antes de acudir es necesario consultar el parte meteorológico, el acceso por carretera es relativamente sencillo pero puede complicarse con lluvia, hielo o nieve. Pertrecharse de cámara de fotos y de prismáticos. Imprescindible acudir antes de iniciar la ruta al Centro de Visitantes para saber y conocer qué vamos a ver.
Fiesta de la independencia: El 3 de noviembre, Villanueva de la Concepción festeja el aniversario de su proclamación como Población Rural en 1880. Es ésta una de las citas más significativas de la localidad, que transcurre con la celebración de juegos deportivos y con una gran fiesta popular. Dentro del programa festivo se incluye un acto homenaje a los mayores del pueblo como reconocimiento a su esfuerzo en la constitución de Villanueva de la Concepción como pueblo y municipio.
Día de la Haba: Villanueva de la Concepción produce anualmente entre un millón y un millón y medio de habas en cada cosecha, es de recibo que el municipio rindiera homenaje a este producto con la celebración del Día de la Haba. Durante la jornada se dan a degustar más de 2.000 raciones de cazuelas de habas. Los actos comienzan a las diez de la mañana, cuando los bares ofrecen a los visitantes y vecinos raciones de habas con aceite mientras la música de verdiales acompaña a los participantes durante toda la jornada. A mediodía la plaza de Andalucía se transforma en centro neurálgico de la fiesta donde se ofrecen de manera gratuita estas 2.000 raciones de cazuelas de habas mencionadas, acompañadas por otros surtidos gastronómicos con este ingrediente como elemento principal proporcionados por los bares y tabernas. El Día de la Haba se celebra en el mes de abril.
Enlaces de interés: Tomamos como referencia la página web del Patronato de Turismo de la Costa del Sol y la página web municipal, a las que sumamos una página personal sobre Villanueva de la Concepción y otra específica sobre El Torcal.

Este blog queda abierto a los comentarios, anotaciones, opiniones que los navegantes deseen realizar. Nos vemos en El Color Azul del Cielo.